

En tiempos de los musulmanes en España, la familia
bereber Al-Banu-Razín hizo de estas tierras un pequeño reino
taifa de Albarracín. De esta familia le viene el nombre actual (Al-Banu-Razín: los hijos de Razín).
La
taifa pasó posteriormente, por cesión o conquista, a la familia cristiana de linaje
navarro de los
Azagra, que mantuvieron
de facto la independencia de
Castilla y de
Aragón desde
1170, llegando a crear un obispado propio. También el poderoso linaje de
Lara ejerció su soberanía sobre Albarracín. Tras el fracaso de conquista por parte de Jaime I en
1220, es
Pedro III de Aragón quien la conquistó en
1285 tras
sitiarla, pasando definitivamente a la
Corona de Aragón en
1300. Esta serie de hechos políticos tuvieron como base la importancia de la fortaleza y del sistema defensivo de Albarracín.

Pero el encanto de Albarracín está sobre todo en el trazado de sus calles adaptadas a la difícil topografía del terreno, con
escalinatas y pasadizos y en el conjunto de su caserío de muros irregulares, de color rojizo, con entramado de madera, en difícil equilibrio, con aleros que se tocan. Una característica diferenciadora de la ciudad de Albarracín respecto a los pueblos de la Sierra es el empleo abundante de las estructuras con entramado de madera y tabicones de yeso rojizo que confieren el color característico al conjunto. El yeso es material característico en Albarracín, más incluso que la piedra. La arquitectura de madera y yeso es más liviana que la de piedra, lo que reduce el volumen de materiales a utilizar.